Protocolos que debe seguir un socorrista ante una emergencia pediátrica
Los niños representan uno de los colectivos más vulnerables en entornos acuáticos. Por su tamaño, inmadurez fisiológica y comportamiento imprevisible, las emergencias pediátricas requieren protocolos específicos, rápidos y bien estructurados por parte del socorrista.
La preparación, tanto técnica como emocional, es fundamental: no solo está en juego la vida del menor, sino también la confianza del entorno y la capacidad del equipo para actuar bajo presión.
¿Por qué las emergencias pediátricas son tan críticas?
En un niño, el deterioro físico sucede mucho más rápido que en un adulto. Basta con que pasen pocos minutos bajo el agua para que se produzcan daños neurológicos irreversibles. Además, los síntomas pueden ser más sutiles o diferentes a los de un adulto: una parada cardiorrespiratoria infantil suele ser consecuencia de asfixia previa, no del corazón.
Por ello, el enfoque inicial en una emergencia pediátrica debe centrarse en restablecer la oxigenación lo antes posible.
Pasos básicos ante una emergencia pediátrica
1. Evaluación rápida y activación del protocolo
- Valorar la seguridad del entorno y retirar al niño del agua de forma inmediata.
- Verificar el estado de consciencia con estímulos verbales y táctiles.
- Activar el protocolo interno de emergencia y pedir apoyo (112) desde el primer momento.
- Si el niño no responde, iniciar el procedimiento de reanimación sin demora.
2. Apertura de la vía aérea y comprobación de la respiración
- Colocar al niño en posición supina sobre superficie firme.
- Abrir la vía aérea con maniobra frente-mentón.
- Observar si respira durante 10 segundos máximo (ver, oír, sentir).
Si no respira o lo hace de forma agónica, se inicia la reanimación.
3. RCP pediátrica: ¿en qué se diferencia de la adulta?
En niños y lactantes, las maniobras de reanimación tienen algunas particularidades:
- Dar 5 insuflaciones iniciales: el objetivo es introducir aire rápidamente en los pulmones, ya que suele tratarse de un problema respiratorio.
- Si no hay respuesta, continuar con 30 compresiones y 2 ventilaciones (relación 30:2 si estás solo; 15:2 si hay dos reanimadores).
- En lactantes (menores de 1 año), usar dos dedos para comprimir el pecho. En niños mayores, se usa una o dos manos según el tamaño.
Siempre priorizar la oxigenación y las insuflaciones en las primeras fases.
4. Uso del desfibrilador (DEA)
- Si se dispone de DEA con parches pediátricos, colocarlos según indicación (uno en el pecho y otro en la espalda).
- En caso de no tener parches infantiles, se pueden usar los de adulto en menores de 8 años, pero con precaución.
- Seguir las indicaciones del DEA mientras se continúa la RCP sin interrupciones prolongadas.
5. Actuación post-rescate y apoyo emocional
Tras estabilizar al menor:
- Protegerlo contra el frío (hipotermia post-ahogamiento).
- Mantener la vía aérea abierta y control de signos vitales.
- Registrar toda la actuación para el informe posterior.
- Atender a los familiares con empatía y comunicación clara, sin alarmar innecesariamente.
Recomendaciones para socorristas ante este tipo de emergencias
- Entrenar periódicamente en RCP infantil, con simulaciones realistas.
- Familiarizarse con el protocolo local y con los principales signos de ahogamiento no evidente.
- Tener el material preparado y accesible: guantes, mascarilla de reanimación, manta térmica, DEA.
- Mantener la calma: la actitud del socorrista influye directamente en la eficacia de la intervención.
¿Sabías que algunos niños pueden parecer recuperados y luego empeorar?
Esto se conoce como síndrome de casi ahogamiento o ahogamiento secundario. Por eso, siempre debe valorarlos un equipo sanitario tras cualquier incidente acuático, aunque aparentemente estén bien.
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