Vigilancia activa vs. pasiva: qué distingue a un buen socorrista
En una playa o piscina, un socorrista puede estar presente… pero no necesariamente vigilando. La diferencia entre estar y observar activamente marca la calidad y eficacia del servicio de socorrismo.
Saber identificar esta diferencia es clave para mejorar los protocolos, prevenir incidentes y, en muchos casos, salvar vidas.
¿Qué entendemos por vigilancia activa?
La vigilancia activa es una actitud constante de observación intencionada y profesional sobre el entorno acuático. El socorrista activo:
- Mantiene los ojos en movimiento, escaneando continuamente.
- Cambia de posición para evitar puntos ciegos.
- Observa comportamientos, no solo cuerpos.
- Está mentalmente preparado para intervenir en segundos.
Su atención es proactiva, no reactiva. Se adelanta a los riesgos, interpreta señales antes de que se conviertan en emergencias y mantiene un estado de alerta sostenido.
¿Y qué es la vigilancia pasiva?
La vigilancia pasiva, en cambio, es una vigilancia aparente, superficial o distraída. Aunque la persona esté físicamente presente en su puesto, su nivel de atención no es adecuado para una respuesta efectiva. Algunos signos comunes de vigilancia pasiva son:
- Postura relajada o encorvada.
- Mirada fija en un solo punto durante largos periodos.
- Uso del móvil, conversaciones largas o distracciones.
- Falta de rotación en la vigilancia.
- Reacción tardía ante estímulos visuales o sonoros.
Este tipo de vigilancia da una falsa sensación de seguridad a los bañistas, pero no garantiza una intervención a tiempo si ocurre un incidente.
Consecuencias de una vigilancia pasiva
La vigilancia pasiva puede tener consecuencias graves, especialmente en entornos de alta concurrencia. Entre ellas:
- Retrasos en el rescate, al no detectar de inmediato un ahogamiento silencioso.
- Fatiga mental, al mantener una atención poco estructurada durante horas.
- Desmotivación o rutina, que lleva a bajar la guardia con el paso del tiempo.
- Desconfianza de los usuarios, cuando perciben que el socorrista no está atento.
En situaciones críticas, cada segundo cuenta, y una vigilancia pasiva puede ser la diferencia entre un susto y una tragedia.
Claves para fomentar la vigilancia activa
Ser un socorrista activo no es cuestión solo de actitud, sino de entrenamiento y cultura organizacional. Algunas prácticas recomendadas incluyen:
- Rotaciones frecuentes entre puestos para evitar fatiga visual.
- Uso de protocolos de escaneo sistemático (como el método 10/20: ver cada zona en 10 segundos y poder intervenir en 20).
- Formación continua en observación conductual, para detectar comportamientos atípicos.
- Supervisión entre compañeros para mantener el nivel de vigilancia.
Además, la implicación de la coordinación y del equipo gestor es esencial para generar un entorno que valore la vigilancia activa como pilar central del servicio.
¿Cómo saber si un socorrista está realmente vigilando?
Un buen indicador es la forma en que reacciona ante movimientos o cambios en la zona acuática. El socorrista activo:
- Cambia de posición si pierde visibilidad.
- Interactúa con los usuarios si percibe una conducta de riesgo.
- Se anticipa al peligro, no espera a que ocurra.
El profesional que simplemente “cumple horas” no está haciendo socorrismo, está cubriendo un puesto. Y eso puede costar vidas.
¿Sabías que el ahogamiento puede ocurrir en menos de un minuto y sin hacer ruido?
La vigilancia activa no solo es una buena práctica: es el único método verdaderamente efectivo para prevenir muertes por ahogamiento.
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